Cuando vi a Nuva York por primera vez, me imaginé caído en otro mundo, en un planeta de gentes que habían logrado vencer las leyes de la gravitación y jugueteaban con ellas. Contemplando los grupos de rascacielos, edificios tan altos que, muchas veces, hunden su cumbre en los vapores de la atmósfera, los creí por un momneto obras de gigantes, algo extraordinario y quimérico, más allá de las limitadas fuerzas de nuestra especie. Luego, al considerar que rean creación de pobres hombres como nosotros, con iguales debilidades e ilusiones, sentí orgullo de pertenecer al género humano, que, no obstante su debilidad física, puede realizar, gracias a su inteligencia, tales maravillas.
(BLASCO IBÁÑEZ, La vuelta al mundo de un novelista)
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